jueves, 2 de septiembre de 2010

Segregación. Por Víctor Rojas


Dos gestos del gobierno ilustran su verdadera naturaleza como agente dispuesto a destruir todo lo que se oponga a su peculiar forma de buscar “la felicidad” de los venezolanos: la denegación de justicia, el secuestro y posterior abandono de Franklin Brito hasta provocar su muerte, y la decisión de negarle recursos a un hospital, simplemente por estar en jurisdicción de una alcaldía de la oposición. Ambos casos muestran la forma aberrante de entender la política por quienes hoy detentan el poder en Venezuela.Siendo éste un momento electoral veremos ejercicios de hipocresía para justificar esos crímenes. Ya en el caso del hospital se intentó una excusa poco creíble, a lo que se podría responder con múltiples ejemplos que ilustran cómo se le han reducido los recursos a todas las gobernaciones y alcaldías regidas por la oposición, con el ánimo de afectar su gestión para dañar su imagen; pero no sólo ha sido eso, también se le han arrebatado funciones, reubicándolas en organismos centralizados distinguidos por su ineficiencia y corrupción, con previsibles resultados negativos para la gente, a quienes en el repetitivo discurso se les profesa “amor infinito”.Otra barbaridad cometida por las mentes distorsionadas de este régimen ha sido desarmar a las policías de esos estados, dejándoles una defensa rudimentaria para enfrentar a una delincuencia cada vez más sofisticada, con la perversa intención de acusar a esas gobernaciones de complacientes con el delito. ¿Quién sale perjudicado?: el “bien amado” pueblo.
Así mismo, otra herramienta favorita del régimen para imponer su modelo hegemónico, ha sido la siembra del odio y el resentimiento social, para así liderar los sectores más débiles y enfrentar a sus supuestos victimarios: pobres contra ricos; blancos contra negros; trabajadores contra empresarios; etc. De esta forma se crea un cuadro conflictivo favorable a sus intereses políticos que ha llevado a la división de la sociedad entre venezolanos de primera y de segunda: para los primeros, sus adeptos, funciona un estado de derecho complaciente y permisivo; para los segundos, sólo inseguridad jurídica y arbitrariedad. Muestra emblemática de esta perversión es la tristemente celebre “lista Tascón”. El caso del señor Brito será uno de esos hitos históricos que definen un antes y un después. Todos sus derechos humanos fueron violados: el derecho a la propiedad, el derecho a una compensación, el derecho a la protesta, el derecho a un juicio justo y por último el derecho a la vida. Brito, en su dignidad, será el símbolo de una Venezuela que lucha contra la segregación impuesta por un régimen que no admite la disidencia, ni el libre y justo funcionamiento de los poderes públicos, y que está dispuesto a usar armas de cualquier tipo contra los ciudadanos que reclaman sus derechos frente a un poder que pretende destruir las bases de una democracia que costó sacrificio edificarla. Hasta en eso ya nos parecemos a Cuba. Nosotros tenemos nuestro Brito y ellos, entre otros, a su Zapata



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