lunes, 2 de agosto de 2010

LA RUPTURA. Por Victor Rojas.


Con la ruptura de relaciones entre Venezuela y Colombia, decidida por el presidente Venezolano, los líderes de ambos gobiernos lograron lo que buscaban.
Chávez consigue un escándalo que le permite distraer la atención de la opinión pública de los problemas domésticos (Pdval, escasez, inflación, inseguridad, etc.); con el mismo espectáculo también puede manipular consignas políticas a su antojo (dignidad, soberanía, oligarquía, imperialismo, guerras, magnicidio, etc.), para buscar la movilización de sus simpatizantes y tratar de detener la caída en su popularidad y la de sus candidatos a la Asamblea Nacional.
Uribe, a su vez, consigue plantear de manera altisonante su caso contra Chávez y sus lazos con la narcoguerrilla de las FARC y el ELN, ahorrándole ese trabajo a Santos, lo que hubiese sido incomodo para un gobierno que se inicia. Además, por esta vía asegura la continuidad de la estrategia militar antiterrorista desarrollada por su gobierno. En términos prácticos, para el lado colombiano las relaciones entre los dos países estaban rotas, lo que se hizo fue formalizar el status, para así tener la posibilidad de comenzar desde cero.
Pero esos triunfos parciales para los dos presidentes, son de orden táctico y no estratégico. Lo que deja sin resolver el problema de fondo, que es aclarar si es cierto, que los terroristas colombianos usan el territorio venezolano con apoyo oficial, como aliviadero para la planificación de acciones y el entrenamiento de cuadros nacionales y extranjeros. Y más aún, la posibilidad de establecer unas relaciones normales entre los dos países, asunto que reviste la mayor importancia para la región. A la larga, es el gobierno de Chávez quien lleva las de perder: como nunca va a aceptar una investigación independiente sobre las denuncias hechas, las dudas permanecerán en la comunidad internacional. Este nuevo caso añade detalles y viene a engrosar el expediente por su intervención en asuntos internos de otros países, y por sus vínculos con grupos terroristas como los Iraníes, ETA, Hesbola, Hamas, además de los mencionados ELN y FARC. Ningún gobierno interesado en el cumplimiento de las normas de convivencia internacional confiaría totalmente en una relación con un país que pueda, en un momento determinado, conspirar contra su sistema político. En el supuesto de que el gobierno de Chávez persista en el camino de promover, nacional e internacionalmente, el sistema comunista, su futuro sería muy parecido a la Cuba de Fidel: aislado, sumergido en un mundo de consignas patrióticas, fracaso económico, pobreza generalizada y represión; todo rodeado por un mar de propaganda llena de promesas futuras, exigencia de sacrificios y de logros simbólicos. Esa perspectiva es el motivo principal del desencanto del venezolano con este régimen que una vez fue su esperanza. Colombia, por su parte, mantendrá favorables índices de crecimiento y seguirá ampliando sus relaciones con el mundo. Así, mas temprano que tarde, cuando Chávez haya terminado su actual “puesta en escena” electoral, reanudará relaciones con Venezuela, pero sin grandes expectativas, pues mientras éste siga en el poder con su empeño ideológico, resulta un socio incomodo para establecer una relación estable, productiva y duradera. Según datos de última hora, pareciera que las maniobras de distracción implementadas por el gobierno (exhumación, magnicidio, Cardenal, Colombia) para imponer una agenda favorable a sus intereses electorales, no han tenido el éxito esperado, porque la opinión pública ha detectado una farsa en ellas; mientras tanto, siguen apareciendo alimentos podridos y vencidos, y la Unión Europea sanciona un banco del régimen, por sospechosas relaciones con otro de Irán. Siendo así, debemos estar preparados para un próximo truco: para no hacerle caso.



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