martes, 10 de agosto de 2010

El Sinvergüenza. Por Rafael Marín Jáen

Cara dura, cobarde, oportunista, son epítetos o adjetivos que podrían servir para definir el perfil ético y psicológico de un individuo que usando a los militares y por la vía del golpe de estado pretendió derrocar a un régimen democrático en nombre de la democracia. Es el mismo individuo, que en su tránsito de pichón de gorila militarista a caudillo civil decimonónico, describe una elipsis que va desde sus contactos españoles con Marcos Pérez Jiménez, pasando por su petición de ayuda adulante e indigna a Alberto Fujimori en el Perú, y por contactos con las FARC y el ELN en Colombia, hasta su aterrizaje forzado y sin instrumento de navegación (recuérdese que hablamos de un ágrafo aidelógico ) en el Mar de la Felicidad, Cuba, gobernada por el más atrasado de los comunistas-stalinistas Fidel Castro. Hasta allí, su aventura carecía de sustrato ideológico, salvo aquella campaña intempestuosa llena de adjetivaciones grotescas, ajenas a una sociedad esencialmente pacífica (como la de freirele en aceite la cabeza a sus adversarios) o la de que tenía “un pie en los cuarteles y otro en el pueblo”, no había descubierto ni una sola idea, hasta que en sus lecturas de solapa de libros, encontró a Dieterich, a quien como personaje de cuarta fila en el submundo de la trasnochada izquierda latinoamericana, había visto y solamente visto en el Foro de Sao Paulo. Se empató entonces en la idea de instaurar en Venezuela, un proyecto gaseoso e inconcluso como el del Socialismo del Siglo XXI; así entre golpes y traspiés, entre lecturas trasnochadas y asesores sin ninguna formación, nos ha traído a los venezolanos “el pro-hombre de Sabaneta”.
Ha manejado en casi 12 años fortunas provenientes de la renta petrolera que cuadruplican los presupuestos manejados por los diversos gobiernos democráticos desde 1.958 hasta 1.998.
Entre la inmoralidad y las pocas luces de su gobierno, ha dilapidado, regalado, usufructuado y robado, todo a la vez, esa inmensa fortuna. El retroceso vertiginoso en materia de servicios públicos, de desarrollo material, de evolución cultural y educativa de la sociedad venezolana, es vergonzante. Quien tenga años sin visitar a Venezuela, se asombrará como si se operara en él, un viaje hacia el pasado, descubrirá que no se trata ya de la pujante sociedad que crecía a trancos hacia la modernidad, sino una sociedad empobrecida, psicológicamente disminuida aterrorizada tanto por el hampa, como por las llamadas fuerzas del orden público, como si se tratara de Cuba, de Haití o de esas naciones africanas recién liberadas del coloniaje europeo. Y como si fuera poco, después de haber ensayado en el país, como en un rin de boxeo, tratando de noquear de manera fulminante a todos sus adversarios, ha escogido el expediente guerrerista de la confrontación internacional. Ya no se trata solo de insultos y descalificaciones contra el gobierno y los gobernantes de los Estados Unidos de Norteamérica, a quienes insulta, es verdad, pero de quienes depende ahora más que nunca, en una práctica neocolonial desde el punto de vista económico, habiéndole entregado gran parte de nuestra riqueza petrolífera para que hagan y deshagan; como el cuento del monito que tratando de corregir a sus hijos porque comían mucho los golpeaba y él dejaba de comer hasta casi morirse de inanición. En este caso el mono no ha dejado de comer, pero casi mata de hambre al pueblo venezolano. Es verdad también, que esa dependencia hoy, no es solo del imperialismo estadounidense, ha ampliado esa dependencia colonial, incorporando como beneficiarios de nuestras riquezas fundamentales y como acreedores a futuro, a los rusos y a los chinos.
En su afán por distraer la atención frente a la podredumbre moral de su gobierno, ha inventado objetivos militares hemisféricos; en un acto de inaudita entrepitura y siendo más papista que el Papa, rompe relaciones con Colombia para cobrarle el muy revelador contenido de la computadora del guerrillero Reyes, muerto en combate por las tropas colombianas en territorio ecuatoriano. Y sin importarle las consecuencias geopolíticas y económicas que esa ruptura le ha causado a Venezuela, no solo en el ámbito fronterizo sino en todas las operaciones de intercambio comercial que con ese país manteníamos, amenaza con enviar tropas a la frontera, tropas y armamentos que nunca aparecen, haciendo el tragicómico rol de tigre de papel. Se entromete en las elecciones de Colombia y ante un gesto del entonces candidato y hoy presidente Juan Manuel Santos, quien afirma que se trasladará a Caracas una vez electo para recomponer las relaciones rotas entre Venezuela y Colombia, a lo cual, el araguato de Sabaneta responde “yo no se quien lo irá a recibir, pero si viene tendré que esconder la cartera porque ese es un mafioso”.
En el acto de toma de posesión de Juan Manuel Santos estaban todos los pupilos del chavismo, pero particular curiosidad despertó la presencia de la pareja presidencial ecuatoriana quienes aplaudían a rabiar a Santos, incluso cuando no debían, como esos imitadores de los gitanos que baten palmas a lo loco y sin saber cuando parar. También, de manera adusta y responsable estaba Luiz Inacio Lula Da Silva Presidente de Brasil y ¡oh sorpresa! exhibiendo un color cobrizo el canciller Maduro no sabemos si ese color era ocasionado por el terror que sentía ante la majestad de aquel acto o de un paludismo que contrajo en su ultimo viaje a la frontera colombo-venezolana para saludar a los herederos del Mono Jojoy.
Dos días después y sin pestañar, aquel que no recibiría a Santos, urgido pide pista en Santa Marta para ir a arreglar cuentas con su homólogo el presidente colombiano.

“Cosas vederes Sancho…”.

Pero comenzamos este artículo, buscando un adjetivo calificativo que le cupiera holgado a Hugo Rafael, el mejor... lo tengo en la punta de la lengua...


¡Qué sinvergüenza!
Por Rafael Marín Jáen

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