Y, frente a este panorama, muchos se hacen la inevitable pregunta: “¿Pana, hasta cuándo?”
Uno de los recuerdos de mi infancia margariteña es la pregunta del título; la que hacía compañía a otras igualmente ingeniosas y de difícil respuesta como la del color que podía tener el caballo blanco de Bolívar o la adivinanza sobre aquello que oro parece, pero plata no es. Quien se dedique a observar a cuanto ejemplar canino se le atraviese, reconocerá, en efecto, que antes de echarse dan vueltas, pero alguna vez sólo dan una, otras dos, a veces tres, a veces más… lo que cambia a placer –desde luego- a la siguiente oportunidad.
Una de las cosas a tomar en cuenta por quien quiera ponerse a diagnosticar futuros escenarios socio-políticos es tal pregunta. Nos explicamos:
Es increíble el bochornoso espectáculo de ineficiencia y corrupción que durante once (11) años los venezolanos hemos observado y padecido por parte del (des)gobierno. Por el desagüe del personalismo y la incompetencia se han ido alrededor de 970.000 millones de dólares, con el lamentable saldo de un aparato productivo cada vez más mermado, con magra oferta de bienes y servicios, mientras tales dineros se dedicaron al bonche del grupo en el poder y de sus chulos extranjeros; con entrega incalificable no sólo de las riquezas del país, sino hasta del honor nacional.
Hemos verificado un sometimiento de la FAN simplemente inimaginable hace tan sólo una década, aparejado con su creciente encuadramiento en una determinada ideología política (de destrucción social, para peor) que incluye la inscripción de algunos de ellos con importantes funciones como elementos activos de aquella, en la nómina del partido de (des)gobierno, en contra del contenido de las normas constitucionales que juraron defender al acceder a la condición de oficiales.
La miseria y el hambre del pueblo, la inseguridad que campea al abrigo de la impunidad para los asesinos (no es condenado el 97% de los autores de homicidios que ya sobrepasan los 130.000 en estos años), muchas veces agenciada desde los mismos órganos que debían combatir al hampa; el desempleo, la escasez de vivienda y el desabastecimiento, son parte también del sello personal de la labor (¿?) de quienes han tenido en sus manos la dirección de la gestión pública en este calamitoso y largo lapso.
El desencuentro, el resentimiento, el odio, la segregación por causa de la ideología política como política de Estado; la admiración hacia grupos al margen de la Ley y narco-terroristas, públicamente pregonada para luego perseguir a quienes la denuncien; la asociación embobada y genuflexa con cuanto régimen forajido existe en el planeta Tierra, mientras se abusa de un lenguaje soez y de desplantes ditirámbicos e insultantes frente a los Jefes de Estado y de Gobierno del mundo civilizado y democrático que osen tener una posición de ligera crítica frente al atropello a las libertades en Venezuela o, simplemente, se erijan en defensores de la democracia en sus propios países en desfavor de las veleidades intervencionistas del régimen de Caracas; el armamentismo, la intención de convertir a la sociedad en una caterva de sapos dispuestos a chismear la malquerencia de cualquier mortal hacia el “líder máximo” y su camarilla, comenzando ruinmente por quienes son más vulnerables: los niños; han sido también signos de los tiempos.
La reimplantación de la existencia de presos y perseguidos del régimen por causa de su forma de pensar; la reaparición de males y endemias ya erradicadas, la más reciente de las cuales es el mal de Chagas y el colapso de nuestro sistema de salud que ya venía maltrecho; la desatención de la recolección de la basura con directa influencia en lo anterior; la depauperación del mobiliario urbano, han pretendido asimismo imponerse como una parte del paisaje.
Otra de las vergüenzas que nos ha tocado observar es la claudicación y sumisión de los responsables de los órganos del Poder Público ante una sola voluntad, dando ejemplos ignominiosos de vulneración de la Constitución y la Ley, sólo para –confesadamente- complacer los Dictados del jefe del proceso, en cuyas volubles e improvisadas decisiones termina por descansar la vida, libertad y hacienda de todos los habitantes de nuestro maltratado país, por causa de este sometimiento de aquéllos a cuyo cargo debía estar justamente el servir de contrapeso a favor del Estado de Derecho, en contra de la arbitrariedad.
Por supuesto, de todo lo expuesto (y lo omitido) el culpable es siempre otro: “Yo no fui” es el lema favorito de la irresponsable camarilla (des)gobernante.
Y, frente a este panorama, muchos se hacen la inevitable pregunta: “¿Pana, hasta cuándo?”
En una estupenda entrevista realizada la semana pasada, Diego Arria decía una gran verdad: después de la caída del Muro de Berlín, muchos han escrito sobre sus pormenores, causas y consecuencias; pero no hay una sola línea escrita anticipándolo. Las respuestas sociales sólo pueden predecirse muy precariamente.
Así pues, la respuesta a la sabia pregunta del título es: a la última. Nunca antes.
Sin embargo, desde luego, las condiciones para el rechazo popular frente a una gestión de políticas públicas tan perjudicial, opresiva, errática y deficiente, a condición de no tratarse de una sociedad de masoquistas, pueden ser evaluadas antes de que se desencadene su expresión concreta.
Hasta ahora, hay explicación para el mantenimiento en el Poder del grupo que nos desgobierna, tanto por su propia actuación como por la de quienes han dirigido lo que llamamos la Alternativa Democrática. Pero, el caos y la depauperación del país son tan grandes y la oportunidad de desarrollo que se ha desperdiciado es tan inmensa, que es imposible, aunque sin fecha ni hora anticipada, no ver las condiciones para el descontento en la población venezolana.
Considerando la frase que se atribuye a Víctor Hugo sobre que “no hay nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado”; pareciera que, como cantó Serrat, “corren buenos tiempos para la gente marchosa”.
Por encima de los desvelos absolutistas del régimen y de los errores de algunos dirigentes de la oposición, más tarde o más temprano se impondrá la indeclinable voluntad del pueblo venezolano por resguardar su libertad y su democracia. Pero será cuando éste lo decida. Nunca antes.
ciudadanocomuncorreo@gmail.com
Una de las cosas a tomar en cuenta por quien quiera ponerse a diagnosticar futuros escenarios socio-políticos es tal pregunta. Nos explicamos:
Es increíble el bochornoso espectáculo de ineficiencia y corrupción que durante once (11) años los venezolanos hemos observado y padecido por parte del (des)gobierno. Por el desagüe del personalismo y la incompetencia se han ido alrededor de 970.000 millones de dólares, con el lamentable saldo de un aparato productivo cada vez más mermado, con magra oferta de bienes y servicios, mientras tales dineros se dedicaron al bonche del grupo en el poder y de sus chulos extranjeros; con entrega incalificable no sólo de las riquezas del país, sino hasta del honor nacional.
Hemos verificado un sometimiento de la FAN simplemente inimaginable hace tan sólo una década, aparejado con su creciente encuadramiento en una determinada ideología política (de destrucción social, para peor) que incluye la inscripción de algunos de ellos con importantes funciones como elementos activos de aquella, en la nómina del partido de (des)gobierno, en contra del contenido de las normas constitucionales que juraron defender al acceder a la condición de oficiales.
La miseria y el hambre del pueblo, la inseguridad que campea al abrigo de la impunidad para los asesinos (no es condenado el 97% de los autores de homicidios que ya sobrepasan los 130.000 en estos años), muchas veces agenciada desde los mismos órganos que debían combatir al hampa; el desempleo, la escasez de vivienda y el desabastecimiento, son parte también del sello personal de la labor (¿?) de quienes han tenido en sus manos la dirección de la gestión pública en este calamitoso y largo lapso.
El desencuentro, el resentimiento, el odio, la segregación por causa de la ideología política como política de Estado; la admiración hacia grupos al margen de la Ley y narco-terroristas, públicamente pregonada para luego perseguir a quienes la denuncien; la asociación embobada y genuflexa con cuanto régimen forajido existe en el planeta Tierra, mientras se abusa de un lenguaje soez y de desplantes ditirámbicos e insultantes frente a los Jefes de Estado y de Gobierno del mundo civilizado y democrático que osen tener una posición de ligera crítica frente al atropello a las libertades en Venezuela o, simplemente, se erijan en defensores de la democracia en sus propios países en desfavor de las veleidades intervencionistas del régimen de Caracas; el armamentismo, la intención de convertir a la sociedad en una caterva de sapos dispuestos a chismear la malquerencia de cualquier mortal hacia el “líder máximo” y su camarilla, comenzando ruinmente por quienes son más vulnerables: los niños; han sido también signos de los tiempos.
La reimplantación de la existencia de presos y perseguidos del régimen por causa de su forma de pensar; la reaparición de males y endemias ya erradicadas, la más reciente de las cuales es el mal de Chagas y el colapso de nuestro sistema de salud que ya venía maltrecho; la desatención de la recolección de la basura con directa influencia en lo anterior; la depauperación del mobiliario urbano, han pretendido asimismo imponerse como una parte del paisaje.
Otra de las vergüenzas que nos ha tocado observar es la claudicación y sumisión de los responsables de los órganos del Poder Público ante una sola voluntad, dando ejemplos ignominiosos de vulneración de la Constitución y la Ley, sólo para –confesadamente- complacer los Dictados del jefe del proceso, en cuyas volubles e improvisadas decisiones termina por descansar la vida, libertad y hacienda de todos los habitantes de nuestro maltratado país, por causa de este sometimiento de aquéllos a cuyo cargo debía estar justamente el servir de contrapeso a favor del Estado de Derecho, en contra de la arbitrariedad.
Por supuesto, de todo lo expuesto (y lo omitido) el culpable es siempre otro: “Yo no fui” es el lema favorito de la irresponsable camarilla (des)gobernante.
Y, frente a este panorama, muchos se hacen la inevitable pregunta: “¿Pana, hasta cuándo?”
En una estupenda entrevista realizada la semana pasada, Diego Arria decía una gran verdad: después de la caída del Muro de Berlín, muchos han escrito sobre sus pormenores, causas y consecuencias; pero no hay una sola línea escrita anticipándolo. Las respuestas sociales sólo pueden predecirse muy precariamente.
Así pues, la respuesta a la sabia pregunta del título es: a la última. Nunca antes.
Sin embargo, desde luego, las condiciones para el rechazo popular frente a una gestión de políticas públicas tan perjudicial, opresiva, errática y deficiente, a condición de no tratarse de una sociedad de masoquistas, pueden ser evaluadas antes de que se desencadene su expresión concreta.
Hasta ahora, hay explicación para el mantenimiento en el Poder del grupo que nos desgobierna, tanto por su propia actuación como por la de quienes han dirigido lo que llamamos la Alternativa Democrática. Pero, el caos y la depauperación del país son tan grandes y la oportunidad de desarrollo que se ha desperdiciado es tan inmensa, que es imposible, aunque sin fecha ni hora anticipada, no ver las condiciones para el descontento en la población venezolana.
Considerando la frase que se atribuye a Víctor Hugo sobre que “no hay nada tan poderoso como una idea cuyo tiempo ha llegado”; pareciera que, como cantó Serrat, “corren buenos tiempos para la gente marchosa”.
Por encima de los desvelos absolutistas del régimen y de los errores de algunos dirigentes de la oposición, más tarde o más temprano se impondrá la indeclinable voluntad del pueblo venezolano por resguardar su libertad y su democracia. Pero será cuando éste lo decida. Nunca antes.
ciudadanocomuncorreo@gmail.com
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