El diccionario define la “sevicia” como: una acción ejecutada con crueldad extrema.
Se ha dicho en reiteradas oportunidades que uno de los recursos que el régimen usa para imponer su proyecto de control político es el miedo. Con la siembra de este sentimiento trata de intimidar a los sectores que pretende someter. Así lo hace con la sociedad civil, la dirigencia política, los empresarios, los medios de comunicación, los funcionarios públicos, los militares, las universidades, etc. El miedo lo aplica como amenaza contra la sociedad; y para probar sus intenciones, ordena sistemáticamente arbitrarias sanciones contra individualidades de cada uno de los grupos que la integran.
En los últimos tiempos ha arremetido contra Zuloaga: medios de comunicación; Afiuni: funcionario público; Álvarez Paz, Azuaje y Falcón: políticos;
Baduel: militar; Polar: empresariado. Y ahora, el caso de Diego Arría. Expropiación ejecutada con particular perversidad.
Arría en el pasado fue un destacado político, quien resaltó por ser un funcionario eficiente, honesto e innovador. Se desempeñó como Gobernador de Caracas, Ministro de Información y Turismo; y, con posterioridad, Embajador en la ONU donde asumió la presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad. Luego, fijó con su familia residencia en Nueva York, y designado por el Secretario General del organismo mundial Sub. Secretario; con ese carácter, participó como enviado para la solución de varios de los más agudos conflictos que en esa época aquejaban al mundo.
Arría es un hombre culto, hábil en el manejo de los medios de comunicación y empresario emprendedor. En este último rol, fundó una finca en el estado Yaracuy, la cual, en poco tiempo, se convirtió en ejemplo por su belleza y productividad.
Belleza y productividad, dos cualidades que parecieran estar reñidas con los valores de la “revuelta” chavista. Basta con recordar lo que hicieron con el museo fundado por Sofía Imber, la destrucción del Ateneo de Caracas y el deterioro del Metro,
La estética del chavismo está marcada por la procacidad de las intervenciones del teniente-coronel, del programa la Hojilla, y esos murales patrioteros de colores chillones que ensucian las paredes de la ciudad. La productividad del régimen se mide por la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción, todo justificado por la ética contenida en la frase “el fin justifica los medios”.
La finca de Arría, estética y éticamente es todo lo contrario a lo que significa el chavismo. Los trabajadores, quienes se sienten sus dueños, son los primeros en denunciar el atropello de la perversa expropiación; algo igual ocurre con los empleados de la Polar, similar también a lo que vimos con los de la cadena de hipermercados Éxito.
El gobierno avanza en su plan de destrucción nacional, para establecer sobre las ruinas, una hegemonía a la cubana. Pero pareciera no notar, que cada acción genera una reacción. Por cada arbitrariedad intimidatoria dirigida a un sector social y a sus individualidades, se multiplica la resistencia al régimen.
Lo que resulta curioso, es que el gobierno en su siembra de miedo y de sus actos cargados de sevicia, está cubriendo a Venezuela de voluntades dispuestas a enfrentarlo, para una vez conseguida su derrota poder regresar a la senda de la libertad y la democracia; del progreso y el desarrollo.
¿Torpeza o cálculo? Sus últimos intentos intimidatorios han lanzado al centro de la contienda política a Falcón, Álvarez Paz, y ahora Arría. Presencias que van en contra de la predica gobiernera de que en la oposición no hay gente capaz de ejercer un liderazgo para propiciar un cambio.
¿Calculo? ¿Inspirado en la frase “divide y vencerás”?. No se, si se habrán dado cuenta, que en el campo democrático ha progresado la madurez y a la hora de escoger a un líder, para la contienda final, tendrá que hacerlo por el método de las primarias: garantía de unidad… y de allí el triunfo.
Se ha dicho en reiteradas oportunidades que uno de los recursos que el régimen usa para imponer su proyecto de control político es el miedo. Con la siembra de este sentimiento trata de intimidar a los sectores que pretende someter. Así lo hace con la sociedad civil, la dirigencia política, los empresarios, los medios de comunicación, los funcionarios públicos, los militares, las universidades, etc. El miedo lo aplica como amenaza contra la sociedad; y para probar sus intenciones, ordena sistemáticamente arbitrarias sanciones contra individualidades de cada uno de los grupos que la integran.
En los últimos tiempos ha arremetido contra Zuloaga: medios de comunicación; Afiuni: funcionario público; Álvarez Paz, Azuaje y Falcón: políticos;
Baduel: militar; Polar: empresariado. Y ahora, el caso de Diego Arría. Expropiación ejecutada con particular perversidad.
Arría en el pasado fue un destacado político, quien resaltó por ser un funcionario eficiente, honesto e innovador. Se desempeñó como Gobernador de Caracas, Ministro de Información y Turismo; y, con posterioridad, Embajador en la ONU donde asumió la presidencia rotatoria del Consejo de Seguridad. Luego, fijó con su familia residencia en Nueva York, y designado por el Secretario General del organismo mundial Sub. Secretario; con ese carácter, participó como enviado para la solución de varios de los más agudos conflictos que en esa época aquejaban al mundo.
Arría es un hombre culto, hábil en el manejo de los medios de comunicación y empresario emprendedor. En este último rol, fundó una finca en el estado Yaracuy, la cual, en poco tiempo, se convirtió en ejemplo por su belleza y productividad.
Belleza y productividad, dos cualidades que parecieran estar reñidas con los valores de la “revuelta” chavista. Basta con recordar lo que hicieron con el museo fundado por Sofía Imber, la destrucción del Ateneo de Caracas y el deterioro del Metro,
La estética del chavismo está marcada por la procacidad de las intervenciones del teniente-coronel, del programa la Hojilla, y esos murales patrioteros de colores chillones que ensucian las paredes de la ciudad. La productividad del régimen se mide por la ineficiencia, el despilfarro y la corrupción, todo justificado por la ética contenida en la frase “el fin justifica los medios”.
La finca de Arría, estética y éticamente es todo lo contrario a lo que significa el chavismo. Los trabajadores, quienes se sienten sus dueños, son los primeros en denunciar el atropello de la perversa expropiación; algo igual ocurre con los empleados de la Polar, similar también a lo que vimos con los de la cadena de hipermercados Éxito.
El gobierno avanza en su plan de destrucción nacional, para establecer sobre las ruinas, una hegemonía a la cubana. Pero pareciera no notar, que cada acción genera una reacción. Por cada arbitrariedad intimidatoria dirigida a un sector social y a sus individualidades, se multiplica la resistencia al régimen.
Lo que resulta curioso, es que el gobierno en su siembra de miedo y de sus actos cargados de sevicia, está cubriendo a Venezuela de voluntades dispuestas a enfrentarlo, para una vez conseguida su derrota poder regresar a la senda de la libertad y la democracia; del progreso y el desarrollo.
¿Torpeza o cálculo? Sus últimos intentos intimidatorios han lanzado al centro de la contienda política a Falcón, Álvarez Paz, y ahora Arría. Presencias que van en contra de la predica gobiernera de que en la oposición no hay gente capaz de ejercer un liderazgo para propiciar un cambio.
¿Calculo? ¿Inspirado en la frase “divide y vencerás”?. No se, si se habrán dado cuenta, que en el campo democrático ha progresado la madurez y a la hora de escoger a un líder, para la contienda final, tendrá que hacerlo por el método de las primarias: garantía de unidad… y de allí el triunfo.
ciudadanocomuncorreo@gmail.com
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