La campaña electoral, al menos por el lado de Chávez ya comenzó, y lo digo así, porque, por decir lo menos, el silencio de la MUD llama poderosamente la atención; más aún, cuando problemas de toda índole afectan, sin distingo, a cada uno de los venezolanos. Pero hoy prefiero concentrar estas notas en comentar la estrategia del gobierno:
Chávez, como siempre es el centro de la campaña, no importa que su cargo no esté en juego, pues en esta oportunidad se trata de una elección de diputados para la Asamblea Nacional; pero en un régimen unipersonal, donde sólo existe una figura, a quien se le rinde culto, los demás simplemente no cuentan.
La táctica que se desarrolla también es la de siempre: la polarización. Sin embargo, ahora usada con más radicalismo y agresividad; se trata de la “lucha de clases” marxista. Antes (dentro de un discurso violento de odio y resentimiento) se hablaba de la inclusión de los pobres y se añadía que los otros tenían su espacio asegurado; ahora no, ya se habla de un desplazamiento total, de una guerra (¿Civil? ¿No convencional? ¿Asimétrica?) contra la empresa y los propietarios; o sea, contra la ciudadanía y sus derechos.
La verdad es que el gobierno no pasa por su mejor momento. Los pésimos resultados de gestión, debido a la implementación de un proyecto equivocado, a lo que habría que agregar la ineptitud y la corrupción de funcionarios, los ha obligado a adoptar medidas extremas con la esperanza de recuperar apoyos, usando como atractivo su único capital: Chávez; y una única oferta, exitosa en el pasado, pero algo inefectiva después de 11 años: la justicia social.
Esta innegable realidad, ejemplificada por el caso Pdval, lleva a los estrategas del gobierno a tratar de crear “otra” realidad, en este caso virtual a través de la propaganda. Por eso las interminables cadenas televisivas del presidente hablando de proyectos, inaugurando plantas industriales, repartiendo créditos, reactivando las dádivas de las misiones y hablando de futuro; o sea, el régimen trata de sustituir una realidad negativa constatable, por una subjetiva basada en imagines de bonanza y prosperidad. Apuestan a la ingenuidad de todo un pueblo, que pensaría que los problemas que sufre en su entorno son una excepción.
Pero como esta falsificación no es suficiente, la complementan con la siembra del miedo: por una parte, con denuncias de golpes y magnicidios, los que serían enfrentados por la omnipotencia del régimen y del “pueblo” adepto; por la otra, amenazas y acciones en contra de la disidencia y de la libertad de expresión; expropiaciones y encarcelamientos. Ambas vías buscan la inhibición política de grandes sectores de la sociedad para que el gobierno, con su minoría, ayudado por el abuso de poder institucional pueda mantener el control social que hoy detenta.
Pero los resultados pueden ser opuestos a los objetivos chavistas. Primero, el pueblo testigo de tantas promesas incumplidas podría no dejarse engañar por viejos trucos. Segundo, el dispositivo del miedo, tiene sus límites y podría motivar una reacción contraria; vale decir, una reacción que provoque una votación masiva a favor de la oposición.
Claro está, que para que lo anterior ocurra tiene que existir una alternativa opositora atrayente, que proponga soluciones a los problemas de la gente; y sobre todo, que hable de democracia, libertad, derechos humanos y que señale con claridad el peligro que implica para los individuos la imposición de un proyecto comunista que pretende cambiar los valores tradicionales de una democracia liberal, con el fin de convertir a ciudadanos en súbditos, para someterlos a la égida de un estado dictatorial.
ciudadanocomuncorreo@gmail.com
Chávez, como siempre es el centro de la campaña, no importa que su cargo no esté en juego, pues en esta oportunidad se trata de una elección de diputados para la Asamblea Nacional; pero en un régimen unipersonal, donde sólo existe una figura, a quien se le rinde culto, los demás simplemente no cuentan.
La táctica que se desarrolla también es la de siempre: la polarización. Sin embargo, ahora usada con más radicalismo y agresividad; se trata de la “lucha de clases” marxista. Antes (dentro de un discurso violento de odio y resentimiento) se hablaba de la inclusión de los pobres y se añadía que los otros tenían su espacio asegurado; ahora no, ya se habla de un desplazamiento total, de una guerra (¿Civil? ¿No convencional? ¿Asimétrica?) contra la empresa y los propietarios; o sea, contra la ciudadanía y sus derechos.
La verdad es que el gobierno no pasa por su mejor momento. Los pésimos resultados de gestión, debido a la implementación de un proyecto equivocado, a lo que habría que agregar la ineptitud y la corrupción de funcionarios, los ha obligado a adoptar medidas extremas con la esperanza de recuperar apoyos, usando como atractivo su único capital: Chávez; y una única oferta, exitosa en el pasado, pero algo inefectiva después de 11 años: la justicia social.
Esta innegable realidad, ejemplificada por el caso Pdval, lleva a los estrategas del gobierno a tratar de crear “otra” realidad, en este caso virtual a través de la propaganda. Por eso las interminables cadenas televisivas del presidente hablando de proyectos, inaugurando plantas industriales, repartiendo créditos, reactivando las dádivas de las misiones y hablando de futuro; o sea, el régimen trata de sustituir una realidad negativa constatable, por una subjetiva basada en imagines de bonanza y prosperidad. Apuestan a la ingenuidad de todo un pueblo, que pensaría que los problemas que sufre en su entorno son una excepción.
Pero como esta falsificación no es suficiente, la complementan con la siembra del miedo: por una parte, con denuncias de golpes y magnicidios, los que serían enfrentados por la omnipotencia del régimen y del “pueblo” adepto; por la otra, amenazas y acciones en contra de la disidencia y de la libertad de expresión; expropiaciones y encarcelamientos. Ambas vías buscan la inhibición política de grandes sectores de la sociedad para que el gobierno, con su minoría, ayudado por el abuso de poder institucional pueda mantener el control social que hoy detenta.
Pero los resultados pueden ser opuestos a los objetivos chavistas. Primero, el pueblo testigo de tantas promesas incumplidas podría no dejarse engañar por viejos trucos. Segundo, el dispositivo del miedo, tiene sus límites y podría motivar una reacción contraria; vale decir, una reacción que provoque una votación masiva a favor de la oposición.
Claro está, que para que lo anterior ocurra tiene que existir una alternativa opositora atrayente, que proponga soluciones a los problemas de la gente; y sobre todo, que hable de democracia, libertad, derechos humanos y que señale con claridad el peligro que implica para los individuos la imposición de un proyecto comunista que pretende cambiar los valores tradicionales de una democracia liberal, con el fin de convertir a ciudadanos en súbditos, para someterlos a la égida de un estado dictatorial.
ciudadanocomuncorreo@gmail.com