CIUDADANOS COMUNES LUCHAMOS POR LA UNIDAD
Los conflictos que toman lugar en una sociedad son expresiones de diversos intereses en juego, muchas veces contrapuestos. Sin embargo, sobradas evidencias históricas demuestran que los antagonismos pueden reducirse a su mínima expresión mediante el diálogo y la más amplia comunicación, mecanismos estos que permiten encontrar espacios de coincidencias que antes eran desconocidos por los factores involucrados, e igualmente descubrir y construir métodos para explorar aproximaciones productivas, que generen satisfacciones en las partes anteriormente antagónicas.
En las sociedades abiertas, o democráticas, en las que todos los ciudadanos y sectores (ciudadanos organizados con propósitos particulares) están en libertad de organizar sus prioridades y de asociarse para alcanzarlas, se producen concurrencias que rinden grandes beneficios a la sociedad: grupos que se asocian para alcanzar fines comunes; otros que se acuerdan para enfrentar obstáculos que a todos afectan; o que deciden juntar recursos escasos para ser más eficientes; o que entienden que el éxito de cada uno de ellos depende de la existencia de un clima de libertades al que todos deben contribuir por igual. En fin, razones diversas se asoman, en diferentes momentos de las vidas de los ciudadanos y de los sectores, para aconsejar como viable el camino de la cooperación, del acuerdo, del esfuerzo compartido, en fin, el abordaje conjunto para enfrentar determinados desafíos.
Y en las sociedades asfixiadas por el totalitarismo, casi al punto de la inmovilización como consecuencia de frustraciones y derrotas en la promoción de la democracia, también la asociación y la armonización de esfuerzos son los caminos más apropiados para oponerse a las dictaduras, a los obscenos y corrompidos personalismos que pretenden los recursos de todos para el beneficio del caudillo de turno, y al inescrupuloso uso del poder para imponer lo que las mayorías no quieren pero la propaganda y la manipulación muestran como deseado.
En la Venezuela de hoy, a comienzos del siglo XXI, complicadas situaciones de orden político, económico y social, han ido revelando la conveniencia del esfuerzo conjunto para enfrentar retos que de ordinario, en épocas anteriores o en contextos más sencillos, cada ciudadano o sector resolvían separadamente, cada quien a su manera. Muchas de esas gestiones individuales, o por separado, de diferentes factores sociales, terminaban siendo exitosas, bien porque eran atendidas debidamente sus peticiones, bien porque los procedimientos estaban claros y eran respetados por ciudadanos e instituciones, bien porque aun no siendo exitosas las gestiones en primera instancia, se disponía de un sistema de apelaciones y de segundas acciones que permitían resarcir cualquier falla o vacío no resuelto al inicio. Más aún, cuando la gestión resultaba infructuosa, era por ineficiencia del funcionario, o por programas inviables, o por desviaciones o corrupciones personales en el sistema de atención pública, pero no porque el sistema estuviese diseñado para excluir.
Hoy día, en cambio, cuando el ciudadano común se topa con instituciones públicas sordas a sus peticiones y reclamos, de restringido acceso por parte de las mayorías, ya que sólo son atendidos casos y soluciones recomendados o tramitados por el partido político oficialista, la condición de “ciudadano” se ve disminuida.
No es cierto que todos seamos iguales ante la ley. A millones de venezolanos se les niega la posibilidad de acceder a empleos públicos, de tramitar viviendas y créditos, de conseguir cupos en universidades y de ser interlocutores válidos de los funcionarios públicos por aparecer en ciertas “listas” que el partido del gobierno y el gobierno han elaborado para “fichar” a quienes haciendo uso de un derecho constitucional solicitaron con su firma la aprobación de algún referendo o reclamaron el cese del período de algún funcionario que por mandato de la misma Constitución es susceptible de ser relevado de su cargo.
Mucho alarde se ha hecho, gastando miles de millones de bolívares en propaganda, para presentar a la Constitución de 1999 como una que permite revocar el mandato a aquellas personas que habiendo sido electas por el pueblo, resultan ineficientes o negligentes en el ejercicio de sus funciones. Es decir, el pueblo llegó a creer que podía “quitar” con sus votos a quien antes había “puesto”. Pero no ha sido así. Todo ha sido un cuento: “tinta sobre papel” y nada más. Más bien el pueblo se ha hecho daño al intentarlo ya que las firmas de los solicitantes quedaron registradas y a esas listas se les ha dado un uso “policial”, de “espionaje”, sirviendo de base para persecuciones de toda índole contra quienes creyeron estar haciendo uso de una supuesta Constitución revolucionaria.
Esta persecución ha afectado a personas de diversos partidos políticos, de sindicatos, de gremios profesionales, de asociaciones deportivas y culturales. Ha afectado a periodistas y a locutores, a articulistas de opinión que han protestado ante los abusos del gobierno. A funcionarios públicos y a empresarios particulares. En fin, a venezolanos que tienen muchas diferencias entre sí pero que coinciden en que los gobiernos deben escuchar los reclamos populares y que este gobierno de Hugo Chávez en vez de hacer eso: atender los reclamos, lo que hace es reprimirlos y luego vengarse con quienes fueron portadores de la queja o de la protesta. Y es así como le han negado el empleo público a centenares de miles de solicitantes, o han echado al cesto de la basura la solicitud de vivienda de quienes aparecían firmando una solicitud de revocatorio, o les han negado el cupo en una universidad del Estado, o un crédito para la pequeña industria, o una beca para estudiar. En otras palabras, el sectarismo se ha expresado en odio y retaliación.
El gobierno ha llevado las cosas mucho más lejos. A algunos dirigentes los ha perseguido a través de tribunales y jueces intervenidos, que no hacen otra cosa que castigar en nombre del gobierno con la idea de que así infundirán temor a quienes tenían pensado seguir protestando. Cada día, cada semana, algún ciudadano noble, que ha pretendido hablar en nombre de la causa de la libertad y la democracia, es acosado a través de algún juicio amañado y llevado a la cárcel. Hoy son muchos los presos políticos en Venezuela. Ciudadanos comunes, indefensos ante el enorme poder del Estado totalitario. El Estado no sólo está organizado para discriminar a quienes firman una solicitud de revocatorio, sino para perseguir y encarcelar a dirigentes con el fin de sembrar el terror público.
Estas situaciones no pueden enfrentarse aisladamente. El gobierno, violando las leyes de presupuesto y administrando el dinero público de forma corrompida, emplea millones de bolívares para montar emisoras de radio y televisión, para mantener campañas propagandísticas que pretenden enfrentar a sectores sociales contra otros y para desplegar mercenarios por doquier, capaces de cualquier cosa, hasta de las más violentas agresiones personales a quienes osen protestar contra el alto costo de la vida, contra las trampas electorales, contra la inseguridad personal o contra la corrupción de la élite del alto gobierno. Bandas armadas han actuado impunemente en la Universidad Central de Venezuela contra inocentes estudiantes, en plazas públicas contra mujeres y jóvenes manifestantes, en canales de televisión contra trabajadores indefensos. A esos delincuentes nada les pasa. A los agredidos les espera un fiscal o un juez indigno que usa su investidura para reprimir, o les espera directamente, sin procedimientos previos, la cárcel.
Todo ello cambia la naturaleza de la lucha política. Además de las luchas por las ideas, por los proyectos que cada sector considera vitales, bien de orden salarial, bien de orden empresarial, o de prioridades regionales, ahora hay que estar unidos para defenderse contra los atropellos y para no ceder ante el ventajismo vulgar e inescrupuloso que el gobierno hace de los fondos públicos, de las policías nacionales y regionales, de las televisoras y radios del Estado, de los tribunales y de jueces al servicio de la venganza, de la retaliación y de la represión. El derecho a la defensa aconseja marchar juntos en estos momentos de totalitarismo.
Y esta máxima es particularmente cierta en asuntos electorales. El gobierno de Chávez es antidemocrático: discrimina a quienes difieren de él, persigue a quienes lo critican, encarcela a quienes no puede enfrentar en libertad porque sabe que pueden demostrar abundantes hechos de corrupción y de abusos. Y a quienes lo enfrentan democráticamente, apelando a la voluntad de las mayorías que debe expresarse en elecciones, el gobierno intenta disminuirlos cambiando a su antojo la ley electoral, convocando las elecciones en el momento que lo crea conveniente y no cuando se le ha vencido el período a los funcionarios, impidiendo el trabajo de veedores y observadores electorales independientes, mancillando la honorabilidad de la Fuerza Armada al utilizarla como “mandadera” del partido político oficialista, alterando el Registro de Electores al permitir votar a miles de cubanos y otros extranjeros mientras impide la inscripción de venezolanos por el sólo hecho de ser opositores. Para ñapa, el Consejo Nacional Electoral suele comportarse como un mero apéndice del partido oficialista y a veces va más allá pretendiendo ser más papista que el Papa. Ese océano de dificultades no debe ser enfrentado aisladamente. Es menester una actitud y una conducta unitaria.
La actitud ha de ser clara. El adversario político es el gobierno de Chávez. Es ese gobierno el que ha dilapidado la mayor fortuna nacional. Ha gastado miles de millones en propaganda y en lavado de cerebros. Miles de miles de millones en mantener gobiernos subalternos como el de Bolivia, el de Ecuador, el de Nicaragua, el de Argentina, el de Paraguay, el de la Honduras de Zelaya. Y todo ese dispendio antinacional para armar una fuerza diplomática y propagandística que promueva las supuestas bondades del gobierno chavista en el exterior. Algo así como un colchón propagandístico externo que permita ignorar y desfigurar la protesta de un pueblo azotado por el hampa, por el hambre, por el alto costo de la vida, por la corruptela de los funcionarios chavistas a todos los niveles. Miles de millones para entregar la economía nacional a empresas brasileñas, españolas y chinas, mientras los agricultores, industriales y comerciantes criollos van a la quiebra y son sometidos al escarnio público como supuestos explotadores.
El adversario es el gobierno. Ese gobierno que ha comprometido la dignidad nacional y miles de miles de millones de bolívares de los venezolanos para adularle al dictador Fidel Castro, para ganarse arrastradamente el mote de “hermano de la revolución cubana”. Es el gobierno el que mantiene presos políticos. Es el gobierno el que encadena a diario, por horas, y con cualquier pretexto, centenares de radios y televisoras para intentar manipular a un pueblo sufrido y hacerle creer que las cosas van bien y que las que van mal son culpa de alguna decisión que se tomó hace veinte o treinta años. Es el gobierno el demagogo y corrompido. Es el gobierno el ineficiente. Es el gobierno el entregado a intereses extranjeros, tanto políticos como económicos. Es el gobierno el que importa carne de Brasil, Nicaragua y Argentina y quiebra a los ganaderos venezolanos. Es el gobierno el que hace grandes negociados con constructoras brasileñas, pero quiebra a modestos contratistas venezolanos.
Ese pésimo e indigno gobierno es el escollo que los venezolanos debemos sortear. Ese gobierno que emplea la fuerza pública, la Fiscalía y los tribunales para reprimir la protesta popular, mientras la delincuencia se pasea enseñoreada por barrios y urbanizaciones, teniendo por jefes a policías de los más diversos organismos públicos. Es este gobierno el cáncer que estamos obligados a extirpar.
El adversario es este gobierno. El mismo que en 1998 fue electo para ejercer por cinco años pero se las arregló para convocar a mediados del año 2000 unas elecciones que tomaban el primer año y medio de gobierno como una gracia, como un “regalito”. El mismo gobierno que llevó el período presidencial a seis años, mientras antes era de cinco y que aprobó la reelección presidencial inmediata cuando antes había que esperar que pasaran diez años después de finalizado el ejercicio de un Presidente para que esa persona pudiera postularse de nuevo. Es este el mismo gobierno que después gastó miles de miles de millones de bolívares en propaganda para que se aprobara la reelección indefinida y perpetua .Es este gobierno, al que sólo le interesa el continuismo en el poder y el poder absoluto, el adversario. Es contra este gobierno y su ambición totalitaria en lo interno, a la vez que entreguista y alcahueta de dictaduras en lo externo, que nuestras luchas van dirigidas.
Nuestro esfuerzo no va contra los venezolanos que luchan por la libertad y la democracia. No atacamos a nadie por haber sido antes abstencionista, aunque siempre advertimos que esa posición era un grave error histórico. Simplemente admitimos que la desesperación contra el abuso y la protesta contra el inescrupuloso y ventajista manejo de los organismos electorales llevó a varios sectores a plantearse un deslinde institucional que creyeron podía llevar al desconocimiento del régimen. Se equivocaron. Sabíamos que estaban errados, pero ellos no son nuestros adversarios. Son nuestros amigos, aliados y compañeros en la lucha por la Democracia.
Nuestra lucha no es contra el compatriota que en el pasado votó por Chávez, que lo aupó y lo defendió, que lo acompañó en un sindicato, en la calle o en la Asamblea Nacional. En contra de las posiciones de esos venezolanos estuvimos activamente, pero eso fue ayer. Hoy son nuestros compañeros por la reconquista de la Democracia y de la Libertad. Muchos de ellos son locutores, periodistas, políticos activos, empresarios e intelectuales de quienes hemos recibido ataques cuando ellos defendían “el proceso”, pero la Historia, la dinámica política y el amor por Venezuela son más fuertes que cualquier diferencia y aclaran cualquier malentendido. Hoy estamos juntos en contra del despotismo y la arbitrariedad que nos azotan.
Nuestra lucha no es contra el dirigente que escogió otras filas partidistas para luchar por su ideal. Por lo contrario, luchamos para que cada quien pueda asociarse y expresarse de acuerdo a su voluntad y su conciencia. Ese compañero en la diversidad es nuestro aliado, aunque en el pasado y en el presente nuestras opciones o alternativas no sean de su preferencia. Pero hoy todos luchamos por la democracia para poder ejercer nuestras diferencias.
Nuestra lucha no es contra quienes libre y justamente aspiran a representar a nuestro pueblo en las próximas elecciones municipales, regionales y nacionales. Por lo contrario, celebramos su disposición y determinación. Somos aliados para acabar con el secuestro al que hoy son sometidos los organismos de representación popular, a veces hasta por graves errores como la abstención. Sin embargo, la autocrítica ha permitido atravesar esos pantanos. El pueblo democrático hoy reconoce que la abstención fue un error, al igual que señala como grave sobreestimación de ciertos partidos y medios de comunicación el haber creído que podían imponer políticas, estrategias y candidatos.
Nuestra lucha no es contra esos extraordinarios valores que desde distintos frentes aspiran representar al pueblo venezolano. Nuestra lucha es contra la imposición, contra la arbitrariedad de ciertas siglas, contra la cultura de los cogollos y las cúpulas, contra esos atentados a la libre participación que no sólo se generan en el gobierno, sino también en culturas autocráticas que se resisten y prefieren el control total de sus organizaciones…aunque sea bajo la dictadura chavista, antes que la expresión libre de sus bases.
Nuestra lucha no es contra la participación del pueblo y su libre derecho a sentirse representado por los de su preferencia. Es contra la resignada pasividad del pueblo y contra la falsa creencia de que ha de ser el “jefe” de tal partido o el dueño de “tal medio” quien tiene el “poder” para representarlo. Esa cultura de la democracia maniatada forma parte del imaginario popular que cogollos y déspotas han logrado difundir y sembrar. Contra eso es nuestra lucha.
¡Nuestra lucha es por la unidad!
Y hoy, ya en los meses finales de 2009, cuando tenemos suficiente tiempo para preparar una acción conjunta, se nos presenta una extraordinaria oportunidad, más bien única, para poner nuestra convicción unitaria al servicio de la causa democrática.
Es preciso estar unidos. Es necesario apelar a la comprensión, a la tolerancia y al análisis, cuando nuestros adversarios, el gobierno y sus adláteres y vividores extranjeros, hacen supremos esfuerzos para que entre los demócratas opere la separación, la incomprensión y la división.
En el pasado reciente, no fue buena idea la de creer que los cogollos partidistas y algunos medios de comunicación podían imponer candidatos, muchos de ellos con extraordinarias calificaciones pero que tuvieron que cargar con el pasivo de presentarse como imposiciones de individualidades o de minorías, amén de que sin entenderlo bien se prestaron a la estrategia de exclusión y de discriminación de los cogollos para con quienes no fuesen de su agrado. Ha pasado suficiente tiempo como para que esto quede claro. Estamos seguros de que esto está claro. No pedimos palabras de contrición a nadie. Sólo pedimos que no se persista en el error. No queremos prolongar este debate. Sólo queremos que no se persista en el error.
Por eso, administrando realidades, actitud que se origina en nuestro ideario democrático, llamamos a celebrar la determinación y entusiasmo con que desde diferentes sectores de la sociedad se combate contra el autoritarismo y la corrupción, contra la entrega de Venezuela a intereses extranjeros y contra la represión a que son sometidos miles de venezolanos que luchan por la libertad. ¡Bienvenidas todas las voluntades! ¡Bienvenidos todos los venezolanos de espíritu democrático! ¡Todos somos necesarios!
El rechazo a los desmanes del gobierno chavista ha sido tan generalizado que sería contradictorio creer que sólo de contados y exclusivos sectores surgirían candidatas y candidatos para hacer frente a la dictadura disfrazada de participación gracias a la propaganda y a ciertas poses populistas. Los venezolanos que han dado un paso al frente para luchar contra este desgobierno proceden de todos los sectores del país. Y para nosotros, todos son merecedores de nuestra atención y de nuestro respeto. Por ello, debemos acordarnos en un método que no les haga sentir a estos valiosos venezolanos que en nuestro campo, el de la Venezuela democrática, pudieren estar expuestos a las discriminaciones y exclusiones que han padecido en estos once años de desgobierno y despotismo chavista.
Proponemos el método de las elecciones primarias para que los representantes de la Venezuela democrática sean tomados en cuenta todos por igual y para que los que al final resulten electos con el concurso de los venezolanos de todos los sectores democráticos, puedan contar con el mayor respaldo y apoyo para que nos representen con dignidad en las municipalidades, en los Consejos Legislativos y en la Asamblea Nacional.
Esta es nuestra respuesta a quienes están anclados en los moldes de la política de élites, a quienes creen que tienen una potestad superior al común que les hace dueños del privilegio de escoger y de representar. Quizás sin darse cuenta, pero quienes así operan, aun llamándose demócratas, se conducen de manera similar al autócrata que desde su antojadiza voluntad dispone quién ha de ser concejal, o diputado, o qué hay que hacer con los dineros públicos, o cuál es la decisión económica que debe tomarse, aunque no se consulte con agricultores, ni con industriales, ni con comerciantes, ni con consumidores.
Es cierto que antes hemos propuesto las elecciones primarias y no tuvimos éxito. Pero fueron otras situaciones históricas. Algunos cogollos presentaron nuestros reclamos de primarias como una majadería de las minorías. Hoy, el país sabe que ese fue uno de los grandes errores de la oposición. Por hacerle caso a individualidades, o a cúpulas, se ignoró el clamor popular de la consulta general. Creemos que el juicio de la historia es contundente y no deberíamos perder tiempo en reclamos que la reflexión y la autocrítica han superado.
Tenemos suficiente tiempo por delante para organizar las acciones que componen una elección primaria. Los candidatos de la sociedad civil, los de los sindicatos, los de los gremios profesionales, los de las asociaciones empresariales, los de las organizaciones políticas, las individualidades intelectuales y políticas, en fin el ciudadano común, todos, tendrían igual oportunidad de representar sus ideales y sus conciudadanos en esta hora histórica cuando sentimos el llamado de cambiar el equivocado rumbo político de Venezuela.
Nadie sería subestimado. Nadie sería excluido. Se trata de sumar, de incluir, de auspiciar la participación de todos y, en fin de cuentas, de demostrar que hay una manera de organizar la sociedad, distinta de la forma sectaria como hoy lo hace el gobierno.
Los partidos históricos podrían presentar sus candidatos. Los partidos políticos que obtuvieron votaciones en recientes comicios, de las cuales se sienten orgullosos, presentarían sus candidatos. Los partidos políticos nuevos, recientemente organizados, y aquellos que hubiesen obtenido bajas votaciones pero que no han cancelado sus luchas contra la dictadura, también podrían presentar sus candidatos. Los sindicatos independientes, que coinciden con los partidos democráticos en muchos asuntos, pero que aspiran legítimamente a su propia representación, también podrían aportar sus nombres. Los empresarios progresistas, quienes han sentido que no son prioritarios para los políticos, aun cuando generan miles de puestos de trabajo y contribuyen con la producción nacional y han sido permanentemente agredidos por este gobierno, también podrían sentirse representados. Ni que decir de los miembros de la sociedad civil, esos que no tienen partido, sindicato, gremio, o asociación empresarial que los ampare: ellos también pueden presentar sus nombres. Estamos hablando de otro país, del país de la inclusión, del país de la Democracia, de la Venezuela del mañana.
Negarse a esta propuesta sería defender alternativas de exclusión. Sabemos que todavía quedan algunos que defienden el sistema de reparto: Monagas para mí, Miranda para ti, Zulia para aquél, Caracas para el otro y Carabobo para éste. Esos son procedimientos, además de fracasados, reveladores de un espíritu clasista y excluyente. Eso no es democracia. Eso no es inteligente cuando hay que tratar de incorporar a todos los factores que estamos comprometidos con el cambio político en Venezuela. Todos los que queremos salir de esta autocracia. Todos los que estamos contra la represión. Todos los que estamos contra la indigna posición de ser subalternos del castrocomunismo. Todos quienes estamos contra la tesis de enfrentar a unos venezolanos contra otros. Todos los demócratas auspiciamos la participación de todos. Necesitamos la participación de todos. Por ello, las elecciones primarias, es decir, aquellas en las que todos los venezolanos descontentos con el gobierno chavista, sin exclusión alguna, podamos opinar en la escogencia de nuestros representantes, son una necesidad y una lección.
Una necesidad porque ya basta de cogollos y de exclusión. Ya basta de acuerdos privados y secretos. Ya basta de exclusión.
Una lección porque demostraríamos que no estamos hablando de utopías, ni estamos criticando al chavismo por criticar. Estaríamos demostrando que si es posible organizarnos para escuchar la voz y el parecer de todos. Que si tenemos desprendimiento y humildad para respaldar a quienes tengan mayores apoyos y nos garanticen que vamos a establecer una Venezuela democrática y respetuosa de todos.
De otra parte, no basta con escoger candidatos que se comprometan a decretar leyes y ordenanzas que enrumben el país en otros senderos. No basta con escoger gente calificadísima y devota. No basta con el compromiso de desmontar el aparataje autoritario. No basta con apoyar los candidatos electos en primarias con entusiasmo y desprendimiento. Es necesario surtirlos de una campaña en la que sus propuestas sean visibles, que no se presten a confusión y mucho menos a equivocaciones que puedan anular los votos de centenares de miles de votantes. Por eso, proponemos la adopción de la tarjeta única para respaldar la elección de los candidatos electos en primarias.
Esta decisión histórica facilitaría las campañas por los candidatos de la Democracia y sería el elemento clave en el despegue del cambio político en Venezuela.
No es verdad que la tarjeta única atenta contra los partidos políticos o que es una extensión de la campaña de la anti-política, que tantos servicios brindó al chavismo. Los partidos políticos democráticos podrán presentar sus candidatos para las elecciones primarias, en las que participarían todos los venezolanos inscritos en el Registro Electoral Permanente. Promoverían a sus candidatos como los aspirantes en nombre de sus partidos. Exhibirían sus insignias, colores, símbolos y haberes históricos. Más aún: grupos de partidos podrían confeccionar alianzas para presentar candidatos comunes (los mismos candidatos) en esas elecciones primarias, dando así una demostración de humildad distinta de la conducta de partidos que pretendan hacer “alianzas” para excluir a otros factores democráticos. Al final, los candidatos electos con la “tarjeta única” seguirán siendo los líderes de tal o cual partido político, de tal o cual asociación empresarial, o de este o aquel sindicato. Nadie pretende desarraigar o separar al partido de sus representantes. Lo que se quiere es lograr el apoyo de todos los partidos, todos los sindicatos, todos los gremios, todas las asociaciones empresariales y toda la sociedad civil democrática para el candidato de la tarjeta única.
Este mecanismo nos permitirá minimizar la cantidad de votos nulos y nos facilitará la campaña publicitaria. Además, millones de compatriotas que en algún momento de estos últimos once años estuvieron enfrentados a algunos de los partidos democráticos por haber estado respaldando a Chávez para ese entonces, no se verán en el conflicto de tener que sufragar por una tarjeta hacia la cual podrían tener algunos bloqueos psicológicos propios de las contiendas y enfrentamientos intensos de los últimos años. Sería un “aterrizaje suave” para ellos. Y una muestra de respeto, ya que les permitiríamos expresar su descontento con el totalitarismo, la corrupción y la ineficiencia chavista, sin tener que mostrar adscripción hacia ninguna tarjeta política en particular. Se trata de sumar y respetar, de respetar y de sumar.
Por otra parte, no es un secreto para nadie que el devenir político venezolano ha sido intenso en la última década y que, entre otras cosas, se han producido divisiones y diferencias entre los partidos democráticos que hacen vida en el escenario político nacional. Así hemos tenido, es la verdad, diferencias políticas y afectivas entre Acción Democrática y los fundadores de Un Nuevo Tiempo, entre COPEI y los promotores de Primero Justicia, entre el Movimiento al Socialismo y los fundadores de PODEMOS. Si llegare a ocurrir, como en efecto va a pasar, que candidatos de Podemos, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia ganen las elecciones primarias en estos o aquellos circuitos, no podemos pasar por alto que por diversas razones afectivas, políticas, psicológicas en general, podrían los simpatizantes de los partidos “madres” (MAS, AD, COPEI) sentirse tentados a no votar por las tarjetas de los ganadores, o por los candidatos ganadores, aunque fuese en sus propias tarjetas, bajo el argumento de que podrían estar haciendo “crecer”, o “inflando”, al competidor natural, con el grave riesgo de que algunos o muchos circuitos podrían perderse por pocos votos.
Igual podría ocurrir en sentido contrario, es decir, en los circuitos donde ganasen los candidatos de AD, COPEI y el MAS. Frente a estas realidades, propias de los seres humanos, la tarjeta única es una alternativa extraordinaria que permitiría la libre expresión del descontento ante el gobierno, sin el riesgo de ser manipulados por una multimillonaria campaña que nos haga creer que estamos votando “por el adversario”, cuando nuestro único adversario histórico hoy es el gobierno chavista.
Conscientes de nuestra responsabilidad histórica, interpretando el sentir de las mayorías y comprometidos con el futuro democrático de Venezuela, nosotros, desde “Ciudadano Común”, proponemos las elecciones primarias y la adopción de una tarjeta única como garantes del cambio político que Venezuela aspira y necesita.
CIUDADANO COMÚN
Octubre de 2009.
Los conflictos que toman lugar en una sociedad son expresiones de diversos intereses en juego, muchas veces contrapuestos. Sin embargo, sobradas evidencias históricas demuestran que los antagonismos pueden reducirse a su mínima expresión mediante el diálogo y la más amplia comunicación, mecanismos estos que permiten encontrar espacios de coincidencias que antes eran desconocidos por los factores involucrados, e igualmente descubrir y construir métodos para explorar aproximaciones productivas, que generen satisfacciones en las partes anteriormente antagónicas.
En las sociedades abiertas, o democráticas, en las que todos los ciudadanos y sectores (ciudadanos organizados con propósitos particulares) están en libertad de organizar sus prioridades y de asociarse para alcanzarlas, se producen concurrencias que rinden grandes beneficios a la sociedad: grupos que se asocian para alcanzar fines comunes; otros que se acuerdan para enfrentar obstáculos que a todos afectan; o que deciden juntar recursos escasos para ser más eficientes; o que entienden que el éxito de cada uno de ellos depende de la existencia de un clima de libertades al que todos deben contribuir por igual. En fin, razones diversas se asoman, en diferentes momentos de las vidas de los ciudadanos y de los sectores, para aconsejar como viable el camino de la cooperación, del acuerdo, del esfuerzo compartido, en fin, el abordaje conjunto para enfrentar determinados desafíos.
Y en las sociedades asfixiadas por el totalitarismo, casi al punto de la inmovilización como consecuencia de frustraciones y derrotas en la promoción de la democracia, también la asociación y la armonización de esfuerzos son los caminos más apropiados para oponerse a las dictaduras, a los obscenos y corrompidos personalismos que pretenden los recursos de todos para el beneficio del caudillo de turno, y al inescrupuloso uso del poder para imponer lo que las mayorías no quieren pero la propaganda y la manipulación muestran como deseado.
En la Venezuela de hoy, a comienzos del siglo XXI, complicadas situaciones de orden político, económico y social, han ido revelando la conveniencia del esfuerzo conjunto para enfrentar retos que de ordinario, en épocas anteriores o en contextos más sencillos, cada ciudadano o sector resolvían separadamente, cada quien a su manera. Muchas de esas gestiones individuales, o por separado, de diferentes factores sociales, terminaban siendo exitosas, bien porque eran atendidas debidamente sus peticiones, bien porque los procedimientos estaban claros y eran respetados por ciudadanos e instituciones, bien porque aun no siendo exitosas las gestiones en primera instancia, se disponía de un sistema de apelaciones y de segundas acciones que permitían resarcir cualquier falla o vacío no resuelto al inicio. Más aún, cuando la gestión resultaba infructuosa, era por ineficiencia del funcionario, o por programas inviables, o por desviaciones o corrupciones personales en el sistema de atención pública, pero no porque el sistema estuviese diseñado para excluir.
Hoy día, en cambio, cuando el ciudadano común se topa con instituciones públicas sordas a sus peticiones y reclamos, de restringido acceso por parte de las mayorías, ya que sólo son atendidos casos y soluciones recomendados o tramitados por el partido político oficialista, la condición de “ciudadano” se ve disminuida.
No es cierto que todos seamos iguales ante la ley. A millones de venezolanos se les niega la posibilidad de acceder a empleos públicos, de tramitar viviendas y créditos, de conseguir cupos en universidades y de ser interlocutores válidos de los funcionarios públicos por aparecer en ciertas “listas” que el partido del gobierno y el gobierno han elaborado para “fichar” a quienes haciendo uso de un derecho constitucional solicitaron con su firma la aprobación de algún referendo o reclamaron el cese del período de algún funcionario que por mandato de la misma Constitución es susceptible de ser relevado de su cargo.
Mucho alarde se ha hecho, gastando miles de millones de bolívares en propaganda, para presentar a la Constitución de 1999 como una que permite revocar el mandato a aquellas personas que habiendo sido electas por el pueblo, resultan ineficientes o negligentes en el ejercicio de sus funciones. Es decir, el pueblo llegó a creer que podía “quitar” con sus votos a quien antes había “puesto”. Pero no ha sido así. Todo ha sido un cuento: “tinta sobre papel” y nada más. Más bien el pueblo se ha hecho daño al intentarlo ya que las firmas de los solicitantes quedaron registradas y a esas listas se les ha dado un uso “policial”, de “espionaje”, sirviendo de base para persecuciones de toda índole contra quienes creyeron estar haciendo uso de una supuesta Constitución revolucionaria.
Esta persecución ha afectado a personas de diversos partidos políticos, de sindicatos, de gremios profesionales, de asociaciones deportivas y culturales. Ha afectado a periodistas y a locutores, a articulistas de opinión que han protestado ante los abusos del gobierno. A funcionarios públicos y a empresarios particulares. En fin, a venezolanos que tienen muchas diferencias entre sí pero que coinciden en que los gobiernos deben escuchar los reclamos populares y que este gobierno de Hugo Chávez en vez de hacer eso: atender los reclamos, lo que hace es reprimirlos y luego vengarse con quienes fueron portadores de la queja o de la protesta. Y es así como le han negado el empleo público a centenares de miles de solicitantes, o han echado al cesto de la basura la solicitud de vivienda de quienes aparecían firmando una solicitud de revocatorio, o les han negado el cupo en una universidad del Estado, o un crédito para la pequeña industria, o una beca para estudiar. En otras palabras, el sectarismo se ha expresado en odio y retaliación.
El gobierno ha llevado las cosas mucho más lejos. A algunos dirigentes los ha perseguido a través de tribunales y jueces intervenidos, que no hacen otra cosa que castigar en nombre del gobierno con la idea de que así infundirán temor a quienes tenían pensado seguir protestando. Cada día, cada semana, algún ciudadano noble, que ha pretendido hablar en nombre de la causa de la libertad y la democracia, es acosado a través de algún juicio amañado y llevado a la cárcel. Hoy son muchos los presos políticos en Venezuela. Ciudadanos comunes, indefensos ante el enorme poder del Estado totalitario. El Estado no sólo está organizado para discriminar a quienes firman una solicitud de revocatorio, sino para perseguir y encarcelar a dirigentes con el fin de sembrar el terror público.
Estas situaciones no pueden enfrentarse aisladamente. El gobierno, violando las leyes de presupuesto y administrando el dinero público de forma corrompida, emplea millones de bolívares para montar emisoras de radio y televisión, para mantener campañas propagandísticas que pretenden enfrentar a sectores sociales contra otros y para desplegar mercenarios por doquier, capaces de cualquier cosa, hasta de las más violentas agresiones personales a quienes osen protestar contra el alto costo de la vida, contra las trampas electorales, contra la inseguridad personal o contra la corrupción de la élite del alto gobierno. Bandas armadas han actuado impunemente en la Universidad Central de Venezuela contra inocentes estudiantes, en plazas públicas contra mujeres y jóvenes manifestantes, en canales de televisión contra trabajadores indefensos. A esos delincuentes nada les pasa. A los agredidos les espera un fiscal o un juez indigno que usa su investidura para reprimir, o les espera directamente, sin procedimientos previos, la cárcel.
Todo ello cambia la naturaleza de la lucha política. Además de las luchas por las ideas, por los proyectos que cada sector considera vitales, bien de orden salarial, bien de orden empresarial, o de prioridades regionales, ahora hay que estar unidos para defenderse contra los atropellos y para no ceder ante el ventajismo vulgar e inescrupuloso que el gobierno hace de los fondos públicos, de las policías nacionales y regionales, de las televisoras y radios del Estado, de los tribunales y de jueces al servicio de la venganza, de la retaliación y de la represión. El derecho a la defensa aconseja marchar juntos en estos momentos de totalitarismo.
Y esta máxima es particularmente cierta en asuntos electorales. El gobierno de Chávez es antidemocrático: discrimina a quienes difieren de él, persigue a quienes lo critican, encarcela a quienes no puede enfrentar en libertad porque sabe que pueden demostrar abundantes hechos de corrupción y de abusos. Y a quienes lo enfrentan democráticamente, apelando a la voluntad de las mayorías que debe expresarse en elecciones, el gobierno intenta disminuirlos cambiando a su antojo la ley electoral, convocando las elecciones en el momento que lo crea conveniente y no cuando se le ha vencido el período a los funcionarios, impidiendo el trabajo de veedores y observadores electorales independientes, mancillando la honorabilidad de la Fuerza Armada al utilizarla como “mandadera” del partido político oficialista, alterando el Registro de Electores al permitir votar a miles de cubanos y otros extranjeros mientras impide la inscripción de venezolanos por el sólo hecho de ser opositores. Para ñapa, el Consejo Nacional Electoral suele comportarse como un mero apéndice del partido oficialista y a veces va más allá pretendiendo ser más papista que el Papa. Ese océano de dificultades no debe ser enfrentado aisladamente. Es menester una actitud y una conducta unitaria.
La actitud ha de ser clara. El adversario político es el gobierno de Chávez. Es ese gobierno el que ha dilapidado la mayor fortuna nacional. Ha gastado miles de millones en propaganda y en lavado de cerebros. Miles de miles de millones en mantener gobiernos subalternos como el de Bolivia, el de Ecuador, el de Nicaragua, el de Argentina, el de Paraguay, el de la Honduras de Zelaya. Y todo ese dispendio antinacional para armar una fuerza diplomática y propagandística que promueva las supuestas bondades del gobierno chavista en el exterior. Algo así como un colchón propagandístico externo que permita ignorar y desfigurar la protesta de un pueblo azotado por el hampa, por el hambre, por el alto costo de la vida, por la corruptela de los funcionarios chavistas a todos los niveles. Miles de millones para entregar la economía nacional a empresas brasileñas, españolas y chinas, mientras los agricultores, industriales y comerciantes criollos van a la quiebra y son sometidos al escarnio público como supuestos explotadores.
El adversario es el gobierno. Ese gobierno que ha comprometido la dignidad nacional y miles de miles de millones de bolívares de los venezolanos para adularle al dictador Fidel Castro, para ganarse arrastradamente el mote de “hermano de la revolución cubana”. Es el gobierno el que mantiene presos políticos. Es el gobierno el que encadena a diario, por horas, y con cualquier pretexto, centenares de radios y televisoras para intentar manipular a un pueblo sufrido y hacerle creer que las cosas van bien y que las que van mal son culpa de alguna decisión que se tomó hace veinte o treinta años. Es el gobierno el demagogo y corrompido. Es el gobierno el ineficiente. Es el gobierno el entregado a intereses extranjeros, tanto políticos como económicos. Es el gobierno el que importa carne de Brasil, Nicaragua y Argentina y quiebra a los ganaderos venezolanos. Es el gobierno el que hace grandes negociados con constructoras brasileñas, pero quiebra a modestos contratistas venezolanos.
Ese pésimo e indigno gobierno es el escollo que los venezolanos debemos sortear. Ese gobierno que emplea la fuerza pública, la Fiscalía y los tribunales para reprimir la protesta popular, mientras la delincuencia se pasea enseñoreada por barrios y urbanizaciones, teniendo por jefes a policías de los más diversos organismos públicos. Es este gobierno el cáncer que estamos obligados a extirpar.
El adversario es este gobierno. El mismo que en 1998 fue electo para ejercer por cinco años pero se las arregló para convocar a mediados del año 2000 unas elecciones que tomaban el primer año y medio de gobierno como una gracia, como un “regalito”. El mismo gobierno que llevó el período presidencial a seis años, mientras antes era de cinco y que aprobó la reelección presidencial inmediata cuando antes había que esperar que pasaran diez años después de finalizado el ejercicio de un Presidente para que esa persona pudiera postularse de nuevo. Es este el mismo gobierno que después gastó miles de miles de millones de bolívares en propaganda para que se aprobara la reelección indefinida y perpetua .Es este gobierno, al que sólo le interesa el continuismo en el poder y el poder absoluto, el adversario. Es contra este gobierno y su ambición totalitaria en lo interno, a la vez que entreguista y alcahueta de dictaduras en lo externo, que nuestras luchas van dirigidas.
Nuestro esfuerzo no va contra los venezolanos que luchan por la libertad y la democracia. No atacamos a nadie por haber sido antes abstencionista, aunque siempre advertimos que esa posición era un grave error histórico. Simplemente admitimos que la desesperación contra el abuso y la protesta contra el inescrupuloso y ventajista manejo de los organismos electorales llevó a varios sectores a plantearse un deslinde institucional que creyeron podía llevar al desconocimiento del régimen. Se equivocaron. Sabíamos que estaban errados, pero ellos no son nuestros adversarios. Son nuestros amigos, aliados y compañeros en la lucha por la Democracia.
Nuestra lucha no es contra el compatriota que en el pasado votó por Chávez, que lo aupó y lo defendió, que lo acompañó en un sindicato, en la calle o en la Asamblea Nacional. En contra de las posiciones de esos venezolanos estuvimos activamente, pero eso fue ayer. Hoy son nuestros compañeros por la reconquista de la Democracia y de la Libertad. Muchos de ellos son locutores, periodistas, políticos activos, empresarios e intelectuales de quienes hemos recibido ataques cuando ellos defendían “el proceso”, pero la Historia, la dinámica política y el amor por Venezuela son más fuertes que cualquier diferencia y aclaran cualquier malentendido. Hoy estamos juntos en contra del despotismo y la arbitrariedad que nos azotan.
Nuestra lucha no es contra el dirigente que escogió otras filas partidistas para luchar por su ideal. Por lo contrario, luchamos para que cada quien pueda asociarse y expresarse de acuerdo a su voluntad y su conciencia. Ese compañero en la diversidad es nuestro aliado, aunque en el pasado y en el presente nuestras opciones o alternativas no sean de su preferencia. Pero hoy todos luchamos por la democracia para poder ejercer nuestras diferencias.
Nuestra lucha no es contra quienes libre y justamente aspiran a representar a nuestro pueblo en las próximas elecciones municipales, regionales y nacionales. Por lo contrario, celebramos su disposición y determinación. Somos aliados para acabar con el secuestro al que hoy son sometidos los organismos de representación popular, a veces hasta por graves errores como la abstención. Sin embargo, la autocrítica ha permitido atravesar esos pantanos. El pueblo democrático hoy reconoce que la abstención fue un error, al igual que señala como grave sobreestimación de ciertos partidos y medios de comunicación el haber creído que podían imponer políticas, estrategias y candidatos.
Nuestra lucha no es contra esos extraordinarios valores que desde distintos frentes aspiran representar al pueblo venezolano. Nuestra lucha es contra la imposición, contra la arbitrariedad de ciertas siglas, contra la cultura de los cogollos y las cúpulas, contra esos atentados a la libre participación que no sólo se generan en el gobierno, sino también en culturas autocráticas que se resisten y prefieren el control total de sus organizaciones…aunque sea bajo la dictadura chavista, antes que la expresión libre de sus bases.
Nuestra lucha no es contra la participación del pueblo y su libre derecho a sentirse representado por los de su preferencia. Es contra la resignada pasividad del pueblo y contra la falsa creencia de que ha de ser el “jefe” de tal partido o el dueño de “tal medio” quien tiene el “poder” para representarlo. Esa cultura de la democracia maniatada forma parte del imaginario popular que cogollos y déspotas han logrado difundir y sembrar. Contra eso es nuestra lucha.
¡Nuestra lucha es por la unidad!
Y hoy, ya en los meses finales de 2009, cuando tenemos suficiente tiempo para preparar una acción conjunta, se nos presenta una extraordinaria oportunidad, más bien única, para poner nuestra convicción unitaria al servicio de la causa democrática.
Es preciso estar unidos. Es necesario apelar a la comprensión, a la tolerancia y al análisis, cuando nuestros adversarios, el gobierno y sus adláteres y vividores extranjeros, hacen supremos esfuerzos para que entre los demócratas opere la separación, la incomprensión y la división.
En el pasado reciente, no fue buena idea la de creer que los cogollos partidistas y algunos medios de comunicación podían imponer candidatos, muchos de ellos con extraordinarias calificaciones pero que tuvieron que cargar con el pasivo de presentarse como imposiciones de individualidades o de minorías, amén de que sin entenderlo bien se prestaron a la estrategia de exclusión y de discriminación de los cogollos para con quienes no fuesen de su agrado. Ha pasado suficiente tiempo como para que esto quede claro. Estamos seguros de que esto está claro. No pedimos palabras de contrición a nadie. Sólo pedimos que no se persista en el error. No queremos prolongar este debate. Sólo queremos que no se persista en el error.
Por eso, administrando realidades, actitud que se origina en nuestro ideario democrático, llamamos a celebrar la determinación y entusiasmo con que desde diferentes sectores de la sociedad se combate contra el autoritarismo y la corrupción, contra la entrega de Venezuela a intereses extranjeros y contra la represión a que son sometidos miles de venezolanos que luchan por la libertad. ¡Bienvenidas todas las voluntades! ¡Bienvenidos todos los venezolanos de espíritu democrático! ¡Todos somos necesarios!
El rechazo a los desmanes del gobierno chavista ha sido tan generalizado que sería contradictorio creer que sólo de contados y exclusivos sectores surgirían candidatas y candidatos para hacer frente a la dictadura disfrazada de participación gracias a la propaganda y a ciertas poses populistas. Los venezolanos que han dado un paso al frente para luchar contra este desgobierno proceden de todos los sectores del país. Y para nosotros, todos son merecedores de nuestra atención y de nuestro respeto. Por ello, debemos acordarnos en un método que no les haga sentir a estos valiosos venezolanos que en nuestro campo, el de la Venezuela democrática, pudieren estar expuestos a las discriminaciones y exclusiones que han padecido en estos once años de desgobierno y despotismo chavista.
Proponemos el método de las elecciones primarias para que los representantes de la Venezuela democrática sean tomados en cuenta todos por igual y para que los que al final resulten electos con el concurso de los venezolanos de todos los sectores democráticos, puedan contar con el mayor respaldo y apoyo para que nos representen con dignidad en las municipalidades, en los Consejos Legislativos y en la Asamblea Nacional.
Esta es nuestra respuesta a quienes están anclados en los moldes de la política de élites, a quienes creen que tienen una potestad superior al común que les hace dueños del privilegio de escoger y de representar. Quizás sin darse cuenta, pero quienes así operan, aun llamándose demócratas, se conducen de manera similar al autócrata que desde su antojadiza voluntad dispone quién ha de ser concejal, o diputado, o qué hay que hacer con los dineros públicos, o cuál es la decisión económica que debe tomarse, aunque no se consulte con agricultores, ni con industriales, ni con comerciantes, ni con consumidores.
Es cierto que antes hemos propuesto las elecciones primarias y no tuvimos éxito. Pero fueron otras situaciones históricas. Algunos cogollos presentaron nuestros reclamos de primarias como una majadería de las minorías. Hoy, el país sabe que ese fue uno de los grandes errores de la oposición. Por hacerle caso a individualidades, o a cúpulas, se ignoró el clamor popular de la consulta general. Creemos que el juicio de la historia es contundente y no deberíamos perder tiempo en reclamos que la reflexión y la autocrítica han superado.
Tenemos suficiente tiempo por delante para organizar las acciones que componen una elección primaria. Los candidatos de la sociedad civil, los de los sindicatos, los de los gremios profesionales, los de las asociaciones empresariales, los de las organizaciones políticas, las individualidades intelectuales y políticas, en fin el ciudadano común, todos, tendrían igual oportunidad de representar sus ideales y sus conciudadanos en esta hora histórica cuando sentimos el llamado de cambiar el equivocado rumbo político de Venezuela.
Nadie sería subestimado. Nadie sería excluido. Se trata de sumar, de incluir, de auspiciar la participación de todos y, en fin de cuentas, de demostrar que hay una manera de organizar la sociedad, distinta de la forma sectaria como hoy lo hace el gobierno.
Los partidos históricos podrían presentar sus candidatos. Los partidos políticos que obtuvieron votaciones en recientes comicios, de las cuales se sienten orgullosos, presentarían sus candidatos. Los partidos políticos nuevos, recientemente organizados, y aquellos que hubiesen obtenido bajas votaciones pero que no han cancelado sus luchas contra la dictadura, también podrían presentar sus candidatos. Los sindicatos independientes, que coinciden con los partidos democráticos en muchos asuntos, pero que aspiran legítimamente a su propia representación, también podrían aportar sus nombres. Los empresarios progresistas, quienes han sentido que no son prioritarios para los políticos, aun cuando generan miles de puestos de trabajo y contribuyen con la producción nacional y han sido permanentemente agredidos por este gobierno, también podrían sentirse representados. Ni que decir de los miembros de la sociedad civil, esos que no tienen partido, sindicato, gremio, o asociación empresarial que los ampare: ellos también pueden presentar sus nombres. Estamos hablando de otro país, del país de la inclusión, del país de la Democracia, de la Venezuela del mañana.
Negarse a esta propuesta sería defender alternativas de exclusión. Sabemos que todavía quedan algunos que defienden el sistema de reparto: Monagas para mí, Miranda para ti, Zulia para aquél, Caracas para el otro y Carabobo para éste. Esos son procedimientos, además de fracasados, reveladores de un espíritu clasista y excluyente. Eso no es democracia. Eso no es inteligente cuando hay que tratar de incorporar a todos los factores que estamos comprometidos con el cambio político en Venezuela. Todos los que queremos salir de esta autocracia. Todos los que estamos contra la represión. Todos los que estamos contra la indigna posición de ser subalternos del castrocomunismo. Todos quienes estamos contra la tesis de enfrentar a unos venezolanos contra otros. Todos los demócratas auspiciamos la participación de todos. Necesitamos la participación de todos. Por ello, las elecciones primarias, es decir, aquellas en las que todos los venezolanos descontentos con el gobierno chavista, sin exclusión alguna, podamos opinar en la escogencia de nuestros representantes, son una necesidad y una lección.
Una necesidad porque ya basta de cogollos y de exclusión. Ya basta de acuerdos privados y secretos. Ya basta de exclusión.
Una lección porque demostraríamos que no estamos hablando de utopías, ni estamos criticando al chavismo por criticar. Estaríamos demostrando que si es posible organizarnos para escuchar la voz y el parecer de todos. Que si tenemos desprendimiento y humildad para respaldar a quienes tengan mayores apoyos y nos garanticen que vamos a establecer una Venezuela democrática y respetuosa de todos.
De otra parte, no basta con escoger candidatos que se comprometan a decretar leyes y ordenanzas que enrumben el país en otros senderos. No basta con escoger gente calificadísima y devota. No basta con el compromiso de desmontar el aparataje autoritario. No basta con apoyar los candidatos electos en primarias con entusiasmo y desprendimiento. Es necesario surtirlos de una campaña en la que sus propuestas sean visibles, que no se presten a confusión y mucho menos a equivocaciones que puedan anular los votos de centenares de miles de votantes. Por eso, proponemos la adopción de la tarjeta única para respaldar la elección de los candidatos electos en primarias.
Esta decisión histórica facilitaría las campañas por los candidatos de la Democracia y sería el elemento clave en el despegue del cambio político en Venezuela.
No es verdad que la tarjeta única atenta contra los partidos políticos o que es una extensión de la campaña de la anti-política, que tantos servicios brindó al chavismo. Los partidos políticos democráticos podrán presentar sus candidatos para las elecciones primarias, en las que participarían todos los venezolanos inscritos en el Registro Electoral Permanente. Promoverían a sus candidatos como los aspirantes en nombre de sus partidos. Exhibirían sus insignias, colores, símbolos y haberes históricos. Más aún: grupos de partidos podrían confeccionar alianzas para presentar candidatos comunes (los mismos candidatos) en esas elecciones primarias, dando así una demostración de humildad distinta de la conducta de partidos que pretendan hacer “alianzas” para excluir a otros factores democráticos. Al final, los candidatos electos con la “tarjeta única” seguirán siendo los líderes de tal o cual partido político, de tal o cual asociación empresarial, o de este o aquel sindicato. Nadie pretende desarraigar o separar al partido de sus representantes. Lo que se quiere es lograr el apoyo de todos los partidos, todos los sindicatos, todos los gremios, todas las asociaciones empresariales y toda la sociedad civil democrática para el candidato de la tarjeta única.
Este mecanismo nos permitirá minimizar la cantidad de votos nulos y nos facilitará la campaña publicitaria. Además, millones de compatriotas que en algún momento de estos últimos once años estuvieron enfrentados a algunos de los partidos democráticos por haber estado respaldando a Chávez para ese entonces, no se verán en el conflicto de tener que sufragar por una tarjeta hacia la cual podrían tener algunos bloqueos psicológicos propios de las contiendas y enfrentamientos intensos de los últimos años. Sería un “aterrizaje suave” para ellos. Y una muestra de respeto, ya que les permitiríamos expresar su descontento con el totalitarismo, la corrupción y la ineficiencia chavista, sin tener que mostrar adscripción hacia ninguna tarjeta política en particular. Se trata de sumar y respetar, de respetar y de sumar.
Por otra parte, no es un secreto para nadie que el devenir político venezolano ha sido intenso en la última década y que, entre otras cosas, se han producido divisiones y diferencias entre los partidos democráticos que hacen vida en el escenario político nacional. Así hemos tenido, es la verdad, diferencias políticas y afectivas entre Acción Democrática y los fundadores de Un Nuevo Tiempo, entre COPEI y los promotores de Primero Justicia, entre el Movimiento al Socialismo y los fundadores de PODEMOS. Si llegare a ocurrir, como en efecto va a pasar, que candidatos de Podemos, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia ganen las elecciones primarias en estos o aquellos circuitos, no podemos pasar por alto que por diversas razones afectivas, políticas, psicológicas en general, podrían los simpatizantes de los partidos “madres” (MAS, AD, COPEI) sentirse tentados a no votar por las tarjetas de los ganadores, o por los candidatos ganadores, aunque fuese en sus propias tarjetas, bajo el argumento de que podrían estar haciendo “crecer”, o “inflando”, al competidor natural, con el grave riesgo de que algunos o muchos circuitos podrían perderse por pocos votos.
Igual podría ocurrir en sentido contrario, es decir, en los circuitos donde ganasen los candidatos de AD, COPEI y el MAS. Frente a estas realidades, propias de los seres humanos, la tarjeta única es una alternativa extraordinaria que permitiría la libre expresión del descontento ante el gobierno, sin el riesgo de ser manipulados por una multimillonaria campaña que nos haga creer que estamos votando “por el adversario”, cuando nuestro único adversario histórico hoy es el gobierno chavista.
Conscientes de nuestra responsabilidad histórica, interpretando el sentir de las mayorías y comprometidos con el futuro democrático de Venezuela, nosotros, desde “Ciudadano Común”, proponemos las elecciones primarias y la adopción de una tarjeta única como garantes del cambio político que Venezuela aspira y necesita.
CIUDADANO COMÚN
Octubre de 2009.
No hay comentarios:
Publicar un comentario